Home

La nostalgia arreció en el cuarto trago del ron que se sirvió tras la última llamada —¿fueron cinco, fueron seis?—. Estaba harta de ese intentar comunicarse cuando al otro lado sólo respondían los tonos cavernosos de la línea y la voz metalizada del buzón. 

—Al diablo con él y con todo —quiso pensar, pero treinta años de matrimonio se interponían a la violencia, y un riachuelo de amor tierno, remanente de otros días, apagaba las ascuas de la furia trocándolas en carbones de tristeza. Jamás como ahora había comprendido lo que era descubrirse miserable, ese sino de tragedia que marcó la historia de su madre y que parecía ser el único horizonte del sol de la mujer enamorada. Quiso distraerse imaginando los días de conyugal certeza, en los que la juventud era el centro de sus fuerzas y ella (el reflejo tras la ducha se había ido cubriendo con maquillajes) creía en ellos. En él. En ella.

Buscó fotos en el baúl, esperando echar atrás la cronología de la farsa. Vio viajes, bodas, los cumpleaños de los hijos (¡ay, los hijos!), y en el fondo —postal de un pasado imposible— un retrato de ella a solas, cuando todavía su melena era mecida por los vientos de la Universidad Nacional y no se depilaba las piernas y escuchaba a Violeta Parra en un cassette negro que rebobinaba con el lápiz 2B de la clases de dibujo. Donde lo conoció a él…

No, no a él, a otro que ya era sombra, que tampoco existía, que era inútil buscar entre fotos o entre canciones viejas.

Arrugó su retrato hasta cerrarlo firme en el puño que descargó inclemente sobre los muslos. Una y otra vez. Una y otra vez hasta que sobre la superficie blanca fueron floreciendo los hematomas de su angustioso otoño. 

2 pensamientos en “2) Violetas para Violeta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s