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Tenía 16 años la primera vez que vi una radiografía de mi cráneo. Me había reventado los ligamentos del cuello y —luego del paseo en ambulancia y la morfina— lo primero que hicieron en el hospital fue meterme en la sala de rayos X. Un auxiliar me sostuvo en posición antes de abandonar la sala. Luego el médico nos alivió al afirmar que no había mayor daño, que bastaba un cuello ortopédico por un mes y algo para el dolor. Nos entregó las radiografías que había estado leyendo hasta entonces.

Ya había visto cráneos antes, en fotografías, en las ilustraciones de los libros de biología. Esta vez era mi cráneo el que sostenía entre las manos, ese conjunto de huesos, era el rostro tras mi rostro, mi cara original sin el añadido de los músculos, la grasa y la piel. No se diferenciaba mucho de las imágenes conocidas pero, pese a esto, sentía una sosegada fascinación mientras examinaba el blanco brillante con cuidado. Ese era yo. Ese no era un cráneo cualquiera, era el mío, el único que habría de ser mío toda mi vida. Toqué el contorno de los huesos como quien pronuncia su nombre por primera vez.

Ha habido otras radiografías. He visto mi mandíbula, mi mano. También volví a ver mi cráneo, luego de una tomografía que la psiquiatra ordenó para buscar en ella las explicaciones posibles de un trastorno disociativo de la personalidad. Ella no encontró nada particular, yo volví a embeberme en el descubrimiento. Allí estaban la caja fuerte del alma y el andamio que sostiene los gestos.

Lo único íntimamente real son esas cuencas y esos dientes. No soy más que eso: unos ojos abiertos —mitad horror, mitad asombro— y una sonrisa apretada —mitad placer, mitad cinismo—. El resto es añadido, bisutería, camuflaje.

*

Mañana, cuando vuelva a ser persona, publico juicioso. Por ahora, esquivo la regla 6 con este relato, originalmente publicado en el número 4 del fanzine Paradoja dedicado a los autorretratos.

2 pensamientos en “(Comodín) Radiografías

    • Jajaja, es una excelente definición de los comodines. Me salvaron el pescuezo cuando todo marcaba mi final. Con suerte no harán falta más.

      ¡Alegría!

      Me gusta

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