El hombre #1 deja caer, lentamente, su sombrero. La sombra se hace chica sobre el piso y pronto es aplastada por la tela. El reloj, en el oriente, marca las doce. A pique el sol y, frente al cigarrillo apagado del hombre #1, otro hombre que apenas empieza a despojarse de su propio sombrero para luego, también lentamente, dejarlo caer sobre el camino de tierra.
-Es hora -dice el hombre #1 al hombre #2.
-Es hora -contesta el hombre #2 al hombre #1, y justo aquí cae en cuenta de que él no tiene un cigarrillo.
-¿Tienes un cigarrillo? -pregunta el hombre #2 al hombre #1.
-¿Qué? -responde el hombre #1, negándose a creer que escuchó bien lo que el hombre #2 le preguntaba.
-Qué si tienes un cigarrillo -repite el hombre #2 mientras palpa sus bolsillos, para luego señalarse los labios con el índice -, yo no tengo, y quiero fumar, se me antoja mucho un cigarrillo ahora.
El hombre #1 vuelve a su actitud, pero empieza a buscar en sus bolsillos. Mientras, el hombre #2 se ha acercado caminando despacio, primero, y luego con un leve trote, teniendo cuidado al detenerse para no patear polvo sobre el sombrero del otro. El hombre #1 levanta la mirada cuando ya el otro está al alcance de su mano.
-Lo siento -niega despacio con la cabeza luego de esculcar todos los bolsillos -, no me quedan más. Pero toma éste -agrega al ver la desilusión en los ojos del otro y se quita el cigarrillo de los labios -, de todas formas no se me antoja fumar.
El hombre #2 mira el cigarrillo que le ofrecen, luego mira al hombre #1, que sonríe con la mano extendida.
-No, está bien, tranquilo -murmura mientras se aleja, trotando suavemente, hasta volver a ocupar su puesto junto al sombrero caído, cuidándose de no ensuciarlo. Al oriente, el reloj marca las doce y cinco.