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Como un verso de Leonard Cohen, como un solo verso. Aparecer sobre el camino, en la curva que marca la entrada y luego descender, entre la sombra fresca, siguiendo el zig-zag que da al patio exterior. Deslizarse con la profundidad de una garganta bañada en oro, maleficio indígena para curar la peste de ambición de los conquistadores.

De pie, al frente de la entrada, no sabrías que decir. Balbuceos imperceptibles, lectura de labios en los ojos de los ángeles y luego, con cuidada caligrafía de manos hechas de luz, una transcripción de la palabra imposible, la lengua que musita lluvia sobre un desierto de sal -ya te dijimos, Lot, que no podías mirar atrás-, los labios que ensayan a formar volutas de aire en medio de un cielo más limpio, azul y blanco, apenas recortado en un marco de agujas.

Te conducen, entonces, a la parte de atrás, desde donde puede verse el valle entero (el río es un rugido lejano y parece ser apenas, por la distancia, el zumbido de un animal volador) cubierto todavía por la niebla de la mañana. Entre las blancas formaciones se adivinan marionetas de fantasmas: formas trémulas que oscilan entre el recuerdo y la esperanza, sin cumplir por completo nunca ninguna.

Decides, por la escasa voluntad que queda, echarte a rodar colina abajo, clavando en tu costado los restos de los pinos, las bases sobrevivientes al corte. Entre los crujientes ecos de la fractura, liberas de entre las costillas el silbido: aire que escapa buscando una directriz al cielo, una espiral que lleve en su ascendencia las almas de los ancestros, el camino secreto de los que partieron antes.

Seguirás esa guía, y con un horizonte azul y verde, en natural concordancia con la noche, caerás también, remachado de estrellas, en un futuro brillante.

*

Ayer murió don Leonard Cohen. Esto es poco, muy poco, de lo que puedo devolverle. A él, que me dio el amor inolvidable, y una esperanza oscura, a la que me aferro, en mis peores momentos, con toda el alma. Éste es, también, el final del reto. Gracias a todos. Por estar. Por leer. Por jugar.

Sólo el sueño es importante.

Nos leemos.

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