Entre más avanzaba en el tejido, más parecían disolverse los contornos de los objetos. La mesa, tantos años fiel a su vocación de soporte para el platillo del pocillo del tinto, aparecía nimbada por cierta rebeldía vaporosa, como si al roble macizo de sus patas le inoculasen materias de gelatina. Similar condición en los zapatos, en el bastón, en el televisor con su muda algarabía. El tejido era lo único sólido, sólo las puntadas conservaban ese algo de eternidad que llamamos el alma de las cosas.
La angustia de descubrirlo duró poco. Qué importa, a los setenta años, acomodar el compás. Si el tejido era lo real, y la realidad mostraba sus hilos, tendría que aprovechar el primero y reírse en la torpe ejecución de la segunda. Su relación con dios, cercana desde las bondades de la primera comunión y construida lentamente a lo largo de muchos años acudiendo a la misa dominical, se reforzó con la novedad de su descubrimiento: el creador era, idéntico a ella, un tejedor incapaz de terminar bien los reveses de la costura.
Las visitas de la familia no supieron, nunca, interpretar la sonrisa alelada, la falta de atención a las conversaciones. Empezaron a preocuparse por la salud, por la mente, por el pobre corazón en la solitaria casa sola, en el silencio de los relojes y el televisor mudo como única compañía de las tardes. Decidieron, en conciábulos murmurados tras las puertas, el traslado a un centro para viejos, donde otros cuerpos seniles le recordarían que la materia se pudre.
Nunca se consiguió hacer efectivo el proyecto. Una tarde, cuando la hija menor abrió la puerta para buscar a la madre, encontraron la casa sola. En el tejido, un bosque se extiende hasta el horizonte atardecido, donde una casa diminuta tiene las ventanas encendidas.
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Qué bueno que te guste, gracias por leer.
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Ajuee ni el hijuep… relato, deja un taco en el pecho.
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¡Camarada! ¿Cómo va Brasil? Gracias por leer, hermano. Tengo que pasar por los tuyos en estos días.
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Muy bien, ando entre gente muy acogedora… casi como en casa. Gracias igual por tu lectura, soy todo atención para lo que tengas por anotar sobre esos relatos. Nos seguimos «viendo» por estos lares.
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